Al la hora de definir el objeto de la lingüística, Ferdinand de Saussure llama la atención respecto de una particularidad de su campo que lo hace diferente al de otras ciencias, afirma:
"Otras ciencias operan sobre objetos dados de antemano y que pueden considerarse luego desde distintos puntos de vista; en nuestro campo no ocurre eso" (pag. 21).
Pero esto ¿por qué es así? Supongamos un empeño positivo por analizar un fragmento de sentido. La tecnología permitiría incluso grabarlo en una cinta, o en un archivo.wav, etc., y permitir luego dicho análisis. Si, siendo consecuentes con el positivismo en las ciencias tomamos notas de las cualidades positivas medibles relativas a la onda sonora ¿qué habremos averigiado de ella? Que es un objeto físico. Pero ¿qué nos dice esto? ¿Qué queda en dicho análisis de eso de lo que en ningún momento se enteró, a saber, que dicho sonido es un fenómeno del lenguaje?
En fin, no era mi intención detenerme en este tipo de "abordaje", sino más bien hacer notar que se trata, en este campo, de uno donde los métodos habituales del estudio positivo deben, cuando menos, plantearse de antemano la cuestión de su objeto. Así procedió Saussure (lo que sigue puede ser encontrado por el lector en el Curso de lingüística general).
Encontramos en su curso un ubicuo carácter suyo: que ningún "enfoque" puede bastar por sí. Por ejemplo, tomemos el mismo sonido de antes, rápidamente nos muestra sus dos caras: son, sin duda, impresiones acústicas que se suceden, que pueden grabarse en el surco de un disco gramofónico. Pero eso no quita que, si no recortamos el hecho de haber sido, tales ondas, producidas, sean asimismo surgidas de los órganos vocales. Así, no es meramente físico sino fisiológico.
Pero más aún, tomemos ese sonido y hagamos abstracción de su articulación ¿no hay algo, que sin ninguna tecnología ya nos es accesible, a condición de conocer lo bastante la lengua en que se profirió? Nadie podría, creo, calificar de espiritualista el señalamiento de esa diferencia que se puede producir toda vez que se escuche un discurso entre alguien que conoce la lengua en que está y alguien que no, por más aparato con el que cuente para su análisis físico.
Pero la cosa no termina allí. También puede hacerse mención, como Saussure, de que ese discurso si bien es un hecho individual, remite a su vez a uno social, relativo al establecimiento del sistema o la estructura en que se codificó.
E incluso tal sistema presenta también una doble faz: cambia con el tiempo haciendo que digamos, por ejemplo, que el castellano viene del latín, pero es también un sistema estable que sus usuarios deben conocer y aplicar con (relativa) corrección, sin alterar a capricho, etc.
Esto último a su vez muestra otro hecho llamativo: es la lengua una producto de la cultura humana, pero a su vez se impone a la cultura que la recibe como algo ya hecho (aclaración: la tesis que afirma que hubo un momento de producción seguido de la historia de su uso no es más que un mito).
Por otra parte, si consideramos no ya ese discurso tomado como ejemplo, sino uno más habitual incluso, el de un diálogo entre dos hablantes de un misma lengua, notamos que el proceso en su conjunto, se subdivide en aspectos físicos, externos dice Saussure, que comprende lo que ocurre desde que las ondas sonoras son producidas por los órganos fonatorios del uno hasta que llegan hasta los auditivos del otro; y los internos, que abarcan lo fisiológico así como lo psicológico, es decir la acción de dichos órganos y sus efectos de sentido. Pero esto a su vez nos muestra que hay comprendidas allí una parte psíquica y una no-psíquica que definen el hecho.
También puede decirse que existe una parte pasiva, pues los movimientos de los órganos receptivos responden a la acción de las ondas sonoras que se transmiten físicamente y a ellas responden. Pero ocurre también una parte activa "que va del centro de asociación de uno de los sujetos al oído del otro sujeto"(27).
Y surgen así cuestiones de gran interés como el aspecto eminentemente arbitrario del signo lingüístico, en el sentido en que nada obliga a que una palabra cualquiera signifique lo que significa, que se opone a la relativa motivación que se da en la lengua, cuyo ejemplo más simple puede ser por ejemplo un número como el diecinueve, el cual relativamente estaría motivado en el resultado de la suma del diez y del nueve (si bien estos últimos no encuentran ninguna motivación semejante, claro). Pero dada la extensión del post, dejaremos este tema para uno futuro.
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