viernes, 8 de marzo de 2013

El significante de de Saussure

De Saussure distingue, en el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra, entre elementos psíquicos, fisiológicos y físicos. El primer grupo de ellos se da entre un concepto y una imagen acústica (donde reconocemos el significante), el segundo entre ésta y los organos que participan de la fonación, el tercero involucra las ondas sonoras emitidas por el hablante y los organos auditivos de su interlocutor.

Luego se detiene en el vínculo entre lo que designó como concepto y la imagen acústica. No le va a parecer admisible la idea extendida en su época (y muchas veces aún en la actual) de ver en la lengua una lista de nombres de cosas. ¿Qué le critica? Primero, que no podemos afirmar que las ideas hayan estado esperando a que apareciera la palabra que la nombrara subsistiendo en mundo inteligible como el de Platón; segundo que falta decir si el nombre es de naturaleza vocal o psíquica; tercero, que se supone así una noción muy simple de lo que vincula la imagen acústica y el concepto, lo cual no es cierto. Lo que sí lo es es la duplicidad que dicha concepción reconoce, pero ¿cómo podemos tener una mejor idea de ella?

La imagen acústica ¿es una objeto material? No, pues en tal caso cada realización de una palabra sería diferente y no se entendería que las uniría bajo un mismo concepto. Dice que es "la psíquica de ese sonido"(86). No confundir por ello eso con el concepto psíquico que a la misma se vincula (al menos en la concepción de Saussure, tal vez el vínculo pueda concebirse de alguna manera más estrecha). Es la representación del sonido, lo que ante la presencia del sonido físico produce la diferenciación de una palabra (y no de otra). En un pasaje posterior recurre a la comparación con una melodía. Si una cuerda de un piano se encuantra desafinada, al tocar dicha tecla ¿se resiente la melodía? No, la melodía no cambia, sino su ejecución. Así, la melodía no es la onda física, pero está ligada a ella.

A esta relación entre sendas cosas es lo que se llama signo lingüístico. Saussure llama, además, significante a lo que había di cho que se trataba de una imagen acústica, y significado al concepto que se le relacionaba en la lengua.

Luego enuncia dos principios: la arbitrariedad del signo y la linealidad del significante, que despertaron posteriores críticas.

Así, pues "la idea de sœur [hermana] no está ligada por ninguna relación interior con la serie de sonidos s—ö—r que le sirve de significante; también podría estar representada por cualquier otra. Prueba de ello: las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas diferentes"(88).

Cabe aclarar —lo hace Suassure— que lo arbitrario no es que el hablante decida así la palabra a usar, en ese sentido tendrá para él el menor grado de libertad, recibirá el signo tal como lo deberá usar. Lo que quiere decir con esto es que el vinculo que el signo mismo establece es inmotivado. Dicho de otro modo: no hay ni una dependencia natural entre significante y significado.

El segundo principio es el de la linealidad del significante. Según Saussure, si bien este principio ha de haber parecido evidente, se ha desdeñado su formulación, probablemente, dice, por haberlo encontrado demasiado simple. Pero "sus consecuencias son incalculables"(90). A diferencia de los significantes visuales, como es el caso de las señales marinas, no pueden superponerse simultáneamente distintas dimensiones, la única dimensión en el lenguaje hablado es la línea del tiempo "sus elementos se presentan uno tra otro, forman una cadena"(id).


Es en el concepto de fonema, la unidad mínima del significante, donde más propio resulte, quizá, el precedente análisis.

sábado, 2 de marzo de 2013

Saussure y la doble faz del fenómeno lingüístico

Al la hora de definir el objeto de la lingüística, Ferdinand de Saussure llama la atención respecto de una particularidad de su campo que lo hace diferente al de otras ciencias, afirma:

 "Otras ciencias operan sobre objetos dados de antemano y que pueden considerarse luego desde distintos puntos de vista; en nuestro campo no ocurre eso" (pag. 21).

 Pero esto ¿por qué es así? Supongamos un empeño positivo por analizar un fragmento de sentido. La tecnología permitiría incluso grabarlo en una cinta, o en un archivo.wav, etc., y permitir luego dicho análisis. Si, siendo consecuentes con el positivismo en las ciencias tomamos notas de las cualidades positivas medibles relativas a la onda sonora ¿qué habremos averigiado de ella? Que es un objeto físico. Pero ¿qué nos dice esto? ¿Qué queda en dicho análisis de eso de lo que en ningún momento se enteró, a saber, que dicho sonido es un fenómeno del lenguaje?

 En fin, no era mi intención detenerme en este tipo de "abordaje", sino más bien hacer notar que se trata, en este campo, de uno donde los métodos habituales del estudio positivo deben, cuando menos, plantearse de antemano la cuestión de su objeto. Así procedió Saussure (lo que sigue puede ser encontrado por el lector en el Curso de lingüística general).


 Encontramos en su curso un ubicuo carácter suyo: que ningún "enfoque" puede bastar por sí. Por ejemplo, tomemos el mismo sonido de antes, rápidamente nos muestra sus dos caras: son, sin duda, impresiones acústicas que se suceden, que pueden grabarse en el surco de un disco gramofónico. Pero eso no quita que, si no recortamos el hecho de haber sido, tales ondas, producidas, sean asimismo surgidas de los órganos vocales. Así, no es meramente físico sino fisiológico.

 Pero más aún, tomemos ese sonido y hagamos abstracción de su articulación ¿no hay algo, que sin ninguna tecnología ya nos es accesible, a condición de conocer lo bastante la lengua en que se profirió? Nadie podría, creo, calificar de espiritualista el señalamiento de esa diferencia que se puede producir toda vez que se escuche un discurso entre alguien que conoce la lengua en que está y alguien que no, por más aparato con el que cuente para su análisis físico.


Pero la cosa no termina allí. También puede hacerse mención, como Saussure, de que ese discurso si bien es un hecho individual, remite a su vez a uno social, relativo al establecimiento del sistema o la estructura en que se codificó.


E incluso tal sistema presenta también una doble faz: cambia con el tiempo haciendo que digamos, por ejemplo, que el castellano viene del latín, pero es también un sistema estable que sus usuarios deben conocer y aplicar con (relativa) corrección, sin alterar a capricho, etc.


Esto último a su vez muestra otro hecho llamativo: es la lengua una producto de la cultura humana, pero a su vez se impone a la cultura que la recibe como algo ya hecho (aclaración: la tesis que afirma que hubo un momento de producción seguido de la historia de su uso no es más que un mito).


Por otra parte, si consideramos no ya ese discurso tomado como ejemplo, sino uno más habitual incluso, el de un diálogo entre dos hablantes de un misma lengua, notamos que el proceso en su conjunto, se subdivide en aspectos físicos, externos dice Saussure, que comprende lo que ocurre desde que las ondas sonoras son producidas por los órganos fonatorios del uno hasta que llegan hasta los auditivos del otro; y los internos, que abarcan lo fisiológico así como lo psicológico, es decir la acción de dichos órganos y sus efectos de sentido. Pero esto a su vez nos muestra que hay comprendidas allí una parte psíquica y una no-psíquica que definen el hecho.

También puede decirse que existe una parte pasiva, pues los movimientos de los órganos receptivos responden a la acción de las ondas sonoras que se transmiten físicamente y a ellas responden. Pero ocurre también una parte activa "que va del centro de asociación de uno de los sujetos al oído del otro sujeto"(27).

Y surgen así cuestiones de gran interés como el aspecto eminentemente arbitrario del signo lingüístico, en el sentido en que nada obliga a que una palabra cualquiera signifique lo que significa, que se opone a la relativa motivación que se da en la lengua, cuyo ejemplo más simple puede ser por ejemplo un número como el diecinueve, el cual relativamente estaría motivado en el resultado de la suma del diez y del nueve (si bien estos últimos no encuentran ninguna motivación semejante, claro). Pero dada la extensión del post, dejaremos este tema para uno futuro.

lunes, 18 de febrero de 2013

Recordar, repetir, reelaborar, primera parte

El artículo de Freud Recordar, repetir, reelaborar fue publicado inicialmente en el año 1914. En él se introduce el concepto de «compulsión de repetición».

Empieza recordando al lector las “profundas alteraciones” experimentadas por la técnica psicoanalítica desde sus inicios. En un primero momento (catarsis breueriana) se enfocaba en el momento de la formación de síntoma y un empeño para reproducir los procesos psíquico de esa situación. Después se renunció a la hipnosis, reemplazadas por las asociaciones del paciente, y la “resistencia” se sorteaba mediante la interpretación, pero se mantenía el enfoque en la situación en que se formó el síntoma. En tercer lugar, se renunció a hacer foco en una situación o problema y se recurre a la interpretación para “discernir las resistencias” y “hacérselas conscientes” al paciente.

Lo que no cambió, afirma, con todo ello es la meta: “llenar las lagunas del recuerdo”, “vencer las resistencias de la represión”.

El olvido (recae sobre impresiones, escenas, vivencias) es la mayoría de las veces un bloqueo, dice Freud. El paciente agrega en general al recordar que lo sabía pero no se le había cruzado por la cabeza. También existen fantasías, “procesos de referimiento” (Beziehungsvorgänge [p.5]), mociones de sentimiento, nexos, que no fueron olvidados, pues nunca fueron conscientes, pero se pueden recordar. Además, existen vivencias, de un tipo particular, tempranas, incomprendidas, pero inteligidas después; las cuales no se recuerda, pero retornan en sueños, por ejemplo.

Comparando las “técnicas” de un momento a otro, escribe, respecto de la ulterior:

«el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace”[1].

Se enumeran a continuación algunos ejemplos: 1) el analizado dice no acordarse de haber sido desafiante e incrédulo ante la autoridad parental, pero es así como se comporta frente al analista. 2) no recuerda haberse quedado atascado en su investigación sexual infantil, pero presenta sueños confusos, se queja de que no le salen las cosas y se dice que es su destino no acabar con ninguna de sus empresas. 3) no se acuerda de haberse avergonzado por sus quehaceres sexuales ni temido que lo descubrieran en eso, pero sí del tratamiento, al que guarda en secreto.

En especial, él empieza la cura con una repetición así”[2]. Es decir, en lugar de hacer uso de la lengua, una vez que toma conocimiento de la regla fundamental, no sabe decir el paciente palabra alguna. Agrega “durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición”[2].

En un pasaje se identifican repetición y transferencia (o se subsume ésta en la aquella), la segunda es “sólo una pieza” de la primera, la cual “es la transferencia del pasado olvidado” no sólo sobre el analista. Esto implicará que la repetición no sólo tenga lugar en el exclusivo ámbito del tratamiento, sino fuera de él, pudiendo abarcar por ejemplo la elección de un ojeto amoroso, por ejemplo.

Luego se dan precisiones sobre lo que repite: “Repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y sus actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter” y “sus síntomas”[3].
___________________
1 Freud, “Recordar repetir reelaborar”, en O.C., T12 Aorrortu, p152.
2 Ibíd p152
3 Ibíd p153

miércoles, 13 de febrero de 2013

La palabra y la estructura del lenguaje

La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud es el título que recibe un texto de Jacques Lacan escrito a mediados de mayo del año 1957, pero que el autor relaciona con una charla en la que participó una semana antes en la Sorbona junto al grupo de filosofía de la Federación de los estudiantes de letras, si bien retoma los temas de su seminario.  Fue pubilcado en la revista La Psychanalyse et sciences de l'homme ese mismo año. Lleva el texto por epígrafe una analogía debida a Leonardo Da Vinci cuyo término literal son las ciudades del mar, y que finalmente sentencia "aquellos que os atan no comprenderán vuestra lengua, como vosotros tampoco los comprenderéis"(473), y comienza aseverando que se encuentra "entre lo escrito y el habla"(íd), definiendo lo primero como determinado, enigmáticamente al parecer, por un apretamiento que "no debe dejar al lector otra salida que su entrada"(íd) . El discurso evocado, dice, no se dirige a aquellos psicoanalistas que "toleran que su disciplina se haga valer por una falsa identidad" que califica de "vicio habitual y tal en su efecto mental que incluso la verdadera parece una coartada entre otras, de la que se espera que su redoblamiento refinado no escape a los más sutíles"(474). Y luego, en forma de pregunta, expresa su propio pensamiento al respecto: que la experiencia del psicoanálisis recibe de la palabra su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres"(íd). Dicha palabra es opuesta, en su teoría, a la estructura del lenguaje. El inconsciente, agrega, no es "la sede de los instintos" lo cual es, o era, creencia generalizada en algunos ambientes analíticos. En cambio, lo que descubre la experiencia analítica es dicha estructura. Vimos ya cómo es que define a la letra: es "el soporte material que el discurso toma del lenguaje"(475). Lacan afirma que el "algoritmo":

S
s

funda la ciencia lingüística moderna; que interpreta así:

 "La temática de esta ciencia, en efecto, está suspendida desde ese momento de la posición primordial del significante y del significado como órdenes distintos y separados inicialmente por una barrera resistente a la significación.

 "Esto es lo que hará posible un estudio exacto de los lazos propios del significante y de la amplitud de su función en la génesis del significado"(477).

Es evidente que la atribución de exactitud, al menos si se la entiende a ésta al modo en que concluyen las ciencias que llevan ese nombre, constituye sin duda una hipérbole. Tal vez a lo que con ella se apunte sea al desprendimiento respecto de 

"la ilusión de que el significante responde a la función de representar al significado, o digamos mejor: que el significante deba responer de su existencia a título de una significación cualquiera"(478).

Recurre de este modo Lacan a una prosopopeya dado que "responder de" se refiere a una obligación de carácter moral. Esa identificación que impugna de tal modo es la que parece ser llevada a una expresión del mayor grado en las investigaciones filosóficas del positivismo lógico. Lo mismo se opone también a concebir el citado algoritmo saussureano con la imagen de "un paralelismo de sus términos superior e inferior, cada uno tomado únicamente en su globalidad"(íd). Contrapone entonces dos esquemas:

que corresponde a la pubicación de Curso de lingüística de parte de los alumnos de Saussure, y


 Dice que entonces 

"se produce la sorpresa de una precipitación del sentido inesperada: en la imagen de las dos puertas gemelas que simbolizan con el lugar excusado ofrecido al hombre occidental para satisfacer sus necesidades fuera de su casa, el imperativo que parece compartir con la gran mayoría de las comunidades primitivas y que somete su vida pública a la segregación urinaria"(479).

 Y cuenta luego una historia que citaré de modo íntegro:

 "Un tren llega a la estación. Un muchachito y una niña, hermano y hermana, en un compartimiento están sentados el uno frente a la otra del lado en que la ventanilla que da al exterior deja desarrollarse la vista de los edificios del andén a lo largo del cual se detiene el tren: 

«¡Mira, dice el hermano, estamos en Damas! — ¡Imbécil!, contesta la hermana, ¿no vez que estamos en Caballeros?"(480). Ejemplo que se manifiesta contento de haber fojado, teniendo en cuenta el "relieve que se encuentra en la vivencia de la verdad"(íd),

 a la cual lo vincula de tal forma, indicando que va perfecto para el caso. Prosigue luego con la exposición de esta noción de significante, que será dejada para un posteo posterior.

sábado, 2 de febrero de 2013

El pie de la letra, el significante y el significado.

Dado que, como es evidente, ninguna letra tiene pies, la expresión que corrientemente sirve para indicar que se toma una expresión en un sentido no figurado implica tomarla a ella en uno que sí lo es. No hay paradoja alguna en eso. No parece del todo clara la formación de la metáfora. Si decimos, en cambio, callejón sin salida, nos parece claro que hay de base una comparación entre lo que estemos mencionando traslaticiamente con la expresión y lo que sería su significado literal, i.e. un callejón que no tenga salida. En el otro ejemplo, la metáfora es clara en cuanto a su sentido figurado, pero ¿qué relación tendría con el sentido adjunto a su sentido literal?

Lacan en La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud propone tomar la letra al pie de la letra. Sin embargo, define: “designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje” y especifica que se supone que “el lenguaje no se confunde con las diversas funciones somáticas y psíquicas que le estorban en el sujeto hablante”.

Habrá quizá quien se extrañe de semejante definición, aquejada, en apariencia, de circularidad en cuanto que toma de la noción formulada en primer lugar sólo lo que es lenguaje (pues cualquier cosa que le estorbe no puede ser lenguaje, si no por lógica, en este caso al menos por definición). Dicha circularidad puede ser salvada, por su puesto, si creemos que hay una alusión implícita con la cual la referencia no sería circular. Desde luego, la referencia es a las nociones elementales de la lingüística, en las que lo material del significante es un concepto que difiere de la materia del materialismo, no siendo por ello espiritual (por no poder ser independiente de ella).

Se menciona entonces una de las verdades de suyo consabida del psicoanálisis lacaniano, a saber, que la estructura del lenguaje preexiste al sujeto, que hará su entrada en él. Tenemos aquí otra expresión metafórica. Hacer su entrada no sólo evoca el mero entrar a algún lugar hecho por alguien, sino también quizás la entrada en escena, con lo que esto implica del narcisismo del actor, del ambiente imaginario que convoca al espectador y del guión simbólico, etc. Por supuesto también se alude a la dependencia, en el sentido en que el siervo depende se su señor, quien le ordena y él se somete. Lo que extraña es por qué este párrafo es introducido por la frase “por la razón primera” como si se sugiriera que es dicha relación entre el sujeto y el lenguaje la razón ya sea de diferenciación del soporte material de la letra respecto de las funciones orgánicas, ya de la definición misma de la letra.

Hay después una referencia al trabajo de Jackobson Fundamentals of language donde se establece una relación entre los tipos de afasia (y los déficit que se dan en cada caso) y la metáfora y la metonimia, como si en un caso fallara la función metafórica y en el otro la función metonímica. Continúa diciendo que más que del lenguaje, el sujeto es siervo de

un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el momento de su nacimiento, aunque sólo fuese bajo la forma de su nombre propio” (p.475).

Se trata en este caso, desde luego, la la figura de la amplificación, dado que si el lenguaje preexiste al sujeto, lo hará también en su nacimiento. Sin embargo, dado que la noción misma de sujeto es dependiente de la expresión metafórica en la que se lo formula, se trata aquí de una comparación débil, pues permite extenderla hacia una compresión contra la que Lacan suele oponerse, a saber, la del sujeto como persona o individuo (consistente, claro está, con esta comparación del nacimiento). Además se dice aquí que depende no del lenguaje sino de un discurso. Ahora bien ¿qué es ese movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el momento de su nacimiento¹? La equivocidad de la frase (cuando menos su versión castellana) es inequívoca. Se trata sin duda de una comparación in statu nascendi que se mantuvo entre diversas alternativas, suspendiendo la determinación entre ellas. Podría entenderse, por ejemplo en el cual su lugar está ya inscrito en el momento de su nacimiento, y así el lugar del sujeto estaría inscrito en el movimiento universal. Pero también podría entenderse que el sujeto es siervo del lenguaje en ese movimiento, el cual tiene su lugar ya inscrito en el momento de su nacimiento. Tal vez puedan evocarse más alternativas, pero el texto en si no se define al respecto.

Sigue el discurso con la evocación del estructuralismo en antropología y en particular Las estructuras elementales del parentesco, de Levi-Strauss y más tarde a algunas consecuencias de la revolución rusa, cuestiones que dejaremos para entradas posteriores.

El punto que parece reclamado con mayor énfasis es el valor tan central otorgado a la oposición entre significante y significado considerado por al autor el punto fundacional de la ligüística, la que a su vez considera en “posición de piloto” en el giro tomado por las ciencias del hombre en su época (cosa que también afirmaba Levi-Strauss). Así pues, afirma:

La temática de esta ciencia, en efecto, está suspendida desde ese momento de la posición primordial del significante y del significado como órdenes distintos y separados inicialmente por una barrera resistente a la significación.

Esto es lo que hará posible un estudio exacto de los lazos propios del significante y de la amplitud de su función en la génesis del significado” (p.477)

Sin duda cierta clase de lector querrá poner en duda la exactitud aquí prometida, sobre todo en cuanto a cómo entonces explicar en todo su alcance la cuestión de la metáfora (recuérdese que además de la metáfora paterna se encuentran desarrollos sobre la metáfora delirante, la metáfora del amor...), pero tales cuestiones exceden el espacio de este post.
____
1 “moment universel duquel sa place est déjà inscrite à sa naissance”, en el original.