jueves, 4 de octubre de 2012

Delirio apirético de inanición

En la tesis del Dr. Debacker, De las alucinaciones y los pavores nocturnos en la infancia, figura el modo en que, ejemplarmente según Freud*, puede estarse cerca, aunque sin verla, de la comprensión de un caso.

Se trata de un joven de trece años cuyo dormir se volvió intranquilo siendo perturbado por ataques de angustia con alucinaciones. El diablo le había gritado, en un sueño, “¡Ahora te tenemos!” y luego sintió olor a azufre y alquitrán, y que el fuego abrasaba su piel. Al despertar, aterrorizado, tras recuperar la voz, gritaba “No, a mí no, no hice nada”, o bien “Por favor, nunca más lo haré”; o incluso “Albert nunca ha hecho eso”. Luego, dado que “el fuego sólo lo sorprendía estando desnudo”, evitó desvestirse. El paciente fue enviado al campo, donde se recuperó en el transcurso de un año y medio. Tras lo cual, afirmó “No osaba admitirlo, pero continuamente sentía picazones y sobre excitaciones en las partes; al fin eso me exasperaba tanto que varias veces pensé en arrojarme por la ventana del dormitorio”.

Las conclusiones, presentes en la tesis de Debacker, son:

“La influencia de la pubertad puede producir en un muchacho de salud delicada un estado de gran debilidad, que puede llegar a una anemia cerebral elevada; esta anemia cerebral produce una alteración del carácter, alucinaciones demonomaníacas y muy graves estados de angustia nocturna y quizá también diurna; la demonomanía y los autorreproches del muchacho se remontan a las influencias de la educación religiosa que lo afectaron de niño; todos esos síntomas desaparecieron tras una prolongada estadía en el campo, mediante ejercicio físico y la recuperación de las fuerzas subsiguiente a la culminación de la pubertad; quizá puede atribuirse a la herencia y a la antigua sífilis del padre una influencia predisponente sobre la génesis del estado cerebral de su hijo”.

Finalmente: “Hemos ubicado esta observación en el cuadro de los delirios apiréticos de inanición, porque vinculamos este estado particular con la isquemia cerebral”.

La interpretación ‘freudiana’ difiere de la propuesta, si bien seguramente está basada en la misma información.

Ahora bien, semejante diversidad interpretativa ¿responde a qué? ¿Qué permite decir que una acierta y otra no? Dejamos al lector, si es que hay, la tarea de deducir la interpretación cierta.
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*Cf. Freud, S. (1900) Die Traumdeutung, Cap. VII.

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